Si le preguntamos a Jack White (John Anthony Gillis) acerca de su identidad, probablemente no obtendríamos respuesta, ya que ni él lo sabe. Es un hombre rodeado por un halo de misterio, un tipo muy enigmático. Quizás sólo sea una simple figura que juega con nosotros. Probablemente le guste el juego, a los hechos me remito (siempre crea expectación en sus conciertos). Lo que es innegable es que este señor es un prodigio de la música: creó, junto a su ex mujer Meg White (Megan Martha White), una de las bandas de garage rock más influyentes de la última década, The White Stripes, donde era vocalista y guitarrista. En 2005 lleva a cabo un proyecto paralelo llamado The Raconteurs con su amigo Brendan Berson. Y 4 años después, en 2009, vuelve a debutar con una tercera banda, The Dead Weather, pero esta vez haciendo ruido con sus platillos y tambores, asumiendo el papel de batería. Además, ha trabajado como productor para otros músicos o bandas, lo que lo hace aún más completo. ¿Se trata de un artista sobrevalorado? Eso es muy relativo, desde luego.
Hablar de Blunderbuss es hablar de ruptura, dolencia, resentimiento, recuerdos e intimismo. Es mirar a Jack White a la cara, como si él mismo se mirase en el espejo. Su autoretrato.
El
artista sigue su periplo, y da con aquella persona a la que busca.
Desgraciadamente no encuentra respuestas a sus preguntas. En Sixteen Saltines
se arroja más leña al fuego. Lógicamente, White sale perdiendo. Predomina la
demoledora guitarra, con sus riffs incesantes, y deja entrever cómo se las
gasta Jack White y por qué es considerado uno de los mejores guitarristas del
mundo por la revista Rolling Stone (figuraba en el nº 40). Fuerza, empuje y
crudeza quedan recogidos a lo largo del metraje.
Una vez
más, somos testigos de cómo el compositor es la presa y no el cazador. Le
privan de su libertad. Le atan, encarcelan y maltratan. Como el anterior track,
Freedom at 21 es aplastante, con riffs más desgarradores aún: garaje rock puro,
sin ápice de ese toque blues que tanto le gusta al genio.
Con la
llegada de Love Interruption y Blunderbuss, temas 4 y 5 respectivamente, se van
introduciendo elementos característicos del blues, como el piano. Se suaviza,
se pone tierno, cariñoso y nos da un respiro, algo de agradecer. Cabe destacar
el hermoso dueto en Love Interruption, primer single de este nuevo trabajo,
donde el maestro comparte micrófono con la fémina Ruby Amanfu.
Poco a poco se torna más blues,
alcanzando cotas tan altas dentro del género, rozando casi la pureza: es el
momento del piano. Sin ir más lejos, ahí están Hypocritical Kiss y Weep
Themselves to Sleep, canciones donde apenas se escucha otro instrumento bajo su
manto.
Esta nueva producción lleva el
sello Jack White marcado. Me explico: este tracklist es íntimo, y, por tanto,
personal. Probablemente si cayera en las manos equivocadas no estaría tan bien
ejecutado como lo está. Aún así, se trata de una lista descompensada: los temas
no están tan bien ordenados como deberían. La artillería está justo al
comienzo del álbum, a excepción de I’m
Shakin’. Ello hace que se pierda dureza a lo largo del CD. De hecho, se puede
apreciar dos partes claramente diferenciadas: una rockera, y otra blues. Quizás no está equilibrado del todo, pero no por ello deja de ser una mala recopilación.
El
elepé rezuma tristeza y angustia, es más que evidente, pero también arroja un
destello de luz que nos hace pensar acerca de nuestros más dolorosos desamores
y cómo es posible superarlos. Si quieres terapia, escucha Blunderbuss.
Ostia! Me encanta este tío.
ResponderEliminareste tío mola
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