
¿Qué es Marquee Moon?
Todos los que escuchan esta fántastica pieza de los estadounidenses (e
infravalorados) Television, deben hacerse esa pregunta. Ante todo, es un disco
imprescindible, alabado por la crítica, pero que se estrelló en cuánto a
ventas. Marquee Moon pusó el molde de lo que más tarde se conocería como
post-punk. Salido directamente de la incipiente escena punk neoyorquina, este
cuarteto ofrecía un sonido diferente, caracterizado en unas guitarras claras y
limpias y bastantes arreglos, todo lo contrario que la crudeza y suciedad en
las que consiste el punk.
A veces es considerado un disco de este estilo,
pero cualquiera con dos dedos de frente puede darse cuenta de que esa es una
afirmación muy equivocada. Marquee Moon era algo más que ese rock crudo y
desenfadado, de apenas cinco o seis acordes. Es inclasificable, lo podemos
considerar como un río, que recibe afluentes como el jazz, funk, reggae, e
incluso la propia escena de su época, a pesar de lo distanciado que está de
ella. Y este río desemboca en cada una de las canciones del álbum.
El primer riff del disco, que se repite tres veces,
confunde al oyente, que cree que se trata de otro disco más del puñado que
salió de escena del punk setentero, y encima este, para que nos vamos a engañar,
parece ser bastante aburrido. Pero esta sensación apenas dura unos instantes.
Desde el momento en el que el repetitivo riff de See No Evil empieza a sonar,
el oyente se queda hipnotizado bajo el hechizo de la voz de Verlaine.
Y así se van pasando por cada una de las canciones, y
pronto se llega al corazón del disco, su centro, la canción homónima. Es la canción
perfecta para escucharla en un balcón de París, con vistas a la torre Eiffel.
Después, en la otra cara del disco, nos encontramos con canciones mucho más
tristes y meláncolicas. Música para un suicidio lento y doloroso, pero bello y
poético. Desde la primera nota hasta la última.
Y es que cada una de las
canciones del disco es un pequeño mundo, cada una es perfecta para un momento
diferente. Integradas de una perfecta parte rítmica: la suavidad y a la vez la
rabia con que Ficca toca su batería, acompañado de unas líneas de bajo que
transmiten tristeza por sí solas. Luego está Lloyd, pura poesía guitarrística,
que cualquier masturbamástiles vendería su alma a Lucifer para que cualquiera
de ese manojo de riffs, hubiesen salido de su mente.
Como colofón, está la voz de Verlaine, en mi
opinión, uno de los vocalistas más infravalorados de la historia. Podrá haber
miles de bestias con una increíble garganta que bien quisiera el propio
Verlaine, pero en esto, como en todo, lo que se trata es de darle sentimiento a
la canción, de transmitir emociones. Y en eso, todavía no he visto salir de
otras cuerdas vocales, nada que lleve tanta melancolía consigo. Desde el “no me
conformo con nada” en See No Evil hasta su cántico, casi de nana, en Guiding
Light, la voz de Verlaine no sale de unas cuerdas vocales prodigiosas, sino de
su corazón.
Cualquier amante de la música, ya le guste el
rock, el indie, la eléctronica, el jazz, o incluso el que no sale de los
típicos éxitos de radiofórmula, debería encontrar Marquee Moon, sin juzgar su
horrible portada, comprarlo, volver a su casa, ponerlo en su tocadiscos o desde
donde sea. Los primeros segundos no le parecerán gran cosa. Pero a partir de
ahí, todo es una montaña rusa que no baja nunca. Y cuando llega al solo
basado en una escala de jazz, en la canción homónima, estará con la boca
abierta, pero disfrutando hasta de la última nota, porque algo como Marquee Moon, solo se escucha una
vez en la vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario