
Los de
New Jersey eran una de las tantas bandas que aparentan ser lo que no eran en
realidad. En este caso, no hacía falta mirarlos dos veces para ver que atufaban
a una de esas bandas que practicaban ese hard rock (que de metal tenía más bien
poco) ochentero, suave y mariconcete. Unos tipos bastante atractivos (sobre
todo nuestro querido cantante, que debió sacarle bastante partido a su
condición de guaperas), los pelos cardados, pantalones de cuero ajustados,
pulseras… Skid Row arrastraban todos los tópicos posibles, aunque no se
maquillasen de manera estrafalaria (cosa rara en una época hasta en el que
salvajes destrozaoídos como los Mötley Crüe lo hacían) y llevasen un look mucho
más callejero.
Y es que el cuarteto de Toms River estaba al tanto de su apariencia de banda glam. Lo utilizaron a su favor, porque, en 1989, las pintas que llevabas y no tu calidad musical era lo que te hacía triunfar (por suerte, esto acabaría en un par de años, cuando explotó el grunge). Pero no, Skid Row, es hard rock del bueno, del duro, aunque con sus toquecillos de glam metal, lo cual no es malo.
Y es que el cuarteto de Toms River estaba al tanto de su apariencia de banda glam. Lo utilizaron a su favor, porque, en 1989, las pintas que llevabas y no tu calidad musical era lo que te hacía triunfar (por suerte, esto acabaría en un par de años, cuando explotó el grunge). Pero no, Skid Row, es hard rock del bueno, del duro, aunque con sus toquecillos de glam metal, lo cual no es malo.
Desde la
primera canción del disco, Big Guns,
nos quieren dejar claro que los de New Jersey están hechos de otra pasta, que
su disco es para adeptos al hard rock, y no niñitas de quince años (que también
las tenían entre su público). A partir de aquí, todo es un viaje a toda
velocidad y sin frenos, con riffs que no te dejaran ni un solo segundo para
respirar, solos cortitos pero llenos de pura adrenalina, y coros tan pegadizos
como los pueden ser los de Poison,
sin desencajar para nada.
Así van
pasando las potentes cuatro primeras canciones del disco, Big Guns, Sweet Little Sister, Can’t
Stand The Heartache y Piece Of Me,
todas con riffs de infarto, solos que incitan a coger una escoba e imitar las
peripecias de Dave Sabo, y coros que no se te sueltan en días. Y entonces,
llegamos a 18 and Life.
Se puede
pensar “Vaya, otra baladita romanticona más. Con lo que estaba disfrutando
hasta ahora”. Pero pronto, hasta el más detractor de las power ballads se
tragará sus propias palabras. Y es que 18
and Life es tan agresiva como
las canciones anteriores, sin perder su condición de power ballad. Es la vara
por la que se deberían medir todas las baladas, y el desgarrador grito de Sebastian
Bach antes del solo pone los pelos de punta a cualquiera.
Y tras
este pequeño parón, que no viene para nada mal, volvemos a la acción directa y
adrenalitíca con Rattlesnake Shake,
con un riff que hace cabecear a cualquiera, y el típico coro “Shake, shake…
bum, bum” con el que cantan hasta los mudos. Después de esto, tenemos Youth Gone Wild, himno de rebeldía
juvenil por excelencia. Apesta a macarrismo por los cuatro costados, es Skid
Row en su máxima expresión. Todo lo que habíamos visto antes, elevado al
cuadrado. El siguente corte se trata de Here
I Am, con el riff más efectivo y potente del disco. Caña pura y dura. Le
sigue Makin’ A Mess, en la misma
línea.
Y
entonces, llegamos a I Remember You,
otra tierna balada. Si bien la anterior era ejemplo de cómo hacer un medio
tiempo potente a la vez que desgarrador, esta es el ejemplo perfecto de cómo
hacer una balada romanticota sin llegar a ser muy empalagoso. Si bien la
estructura inicial la hemos oído 25 veces, Skid Row nos consiguen deleitar con
la expresiva voz de Sebastian Bach, muy efectiva. Poco a poco, va en “in
crescendo” bestial sin perder un ápice de su melancolía.
Y como
dicen que todo lo que empieza bien acaba bien, finiquitamos el disco con el
último corte, Midnight – Tornado, que
representa a la perfección lo que significa Skid Row. Aunque ese tufillo
macarra está impregnado en todo el disco, aquí es donde más se hace notar.
Skid Row
es un disco que hay que disfrutar a cada momento, deleitarse con cada acorde,
porque discos como este sonido hay pocos, ya que la banda dio un giro radical
hacia terrenos aún más “heavis” con su segundo álbum, Slave To The Grind,
subiendose un poco al carro del grunge. La inminente pérdida de popularidad del
glam ante el grunge hizó que a muy pocas bandas les diese tiempo a copiar el
sonido Skid Row.
No hay comentarios:
Publicar un comentario